martes, 12 de mayo de 2009

UN. DOS, TRES...CIEN.

Son sonrisas.
Al fin y al cabo lo son.
Aún enviadas desde la otra punta.
Aunque en la otra punta esperes tú.
Esperar, sostener, racionar.
Concienciarte a contar para que se esconda.
Un, dos, tres….cien.
Y mientras te acercas a sus hábitos,
se zafa de tu intuición.
Frío. Gélido. Hielo.

Sin dar con el tono adecuado.
Traicionas al arte.
Componer, pintar, esculpir…
Cualquier cosa en base a una misma idea.
La de vengarse de quien coloca cemento en los pies.
No puedes lo que quieres.
Ya tienes tu vida hecha.
O en pedazos, rezas.
Imposible. Sólo hay que borrar el “im”. Fácil.
Pero le encuentras en la parte de arriba.
Arriba de todo donde reposa la imaginación.
Templado.

¡Te atrapé!
Y quizá ha sido al revés.
Quizá quien ha numerado encuentros,
contabilizado noches, puentes, bancos,
canciones, bombeos exagerados…
Haya sido, sea quien respira detrás de la cortina.
Caliente. Hierve. Te quemas.

Cien, noventa y nueve, noventa y ocho….
Y tramas irte no sin antes perfilar un beso en sus labios.
Toma.
Y es que te vas de su vida,
descolocada al proponerle un rato de escondite.
….uno.
¡Voy!
Y ya te has ido.
Y allí nunca te buscará.

Caliente. Templado. Y siempre frío.

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