jueves, 24 de mayo de 2007

BELLEZAS, REALIDADES Y ALGO DE PUBLICIDAD

Todos los viernes tengo cita con el programa Desnudas, a mi parecer una oda a la belleza femenina, a pesar de estar patrocinado por Dove (por una belleza real) que la idea, concordar, concuerda pero también asusta ver con bastante frecuencia cómo vas a llegar a ser o ya eres: un blandy bloop arrugado. Este espacio televisivo está conducido por alguien también muy femenino y tierno, Juanjo Oliva, que cuando coge de los hombros a las mujeres o las abraza te dan ganas de gritar: ¡Por Dios, que lo beatifiquen de una vez! Y es que este ¿hombre? tiene una capacidad de escuchar ESCUCHANDO de verdad sin que luego te dé una sorpresa de las de: ¡A casa de tu madre! ¡No me habías dicho nada! Demasiado comunes en el varón que, supuestamente, nos cedió una costilla, en plan, ¡oye que gracias a mí estás aquí!. Ya y yo me lo creo. No, Juanjo es de otra especie, de la que comprende y tiene el don para decirte con su melodiosa voz que tus caderas son como los anillos de Saturno sin que te moleste, vamos, que si te regala todos los productos de Biomanán junto con una braga-faja (directísima indirecta hacia tu línea curvilínea) como te sonría y te pregunte qué tal estás, le haces una fiesta, en cambio, como sea de tu novio, marido o padre ya pueden abandonar el país o ir a Cambio Radical. ¡Juanjo es grande, SENSIBLE Y UN ARTISTA! La otra noche se me escapó esta verdad delante de mi novio que me miró como si le hubiera dicho que Romario había logrado su gol número mil. Y me dijo:
- Oye, si quieres te hago una foto en bragas y en sujetador, la amplío y la cuelgo de la fachada de la Plaza Mayor.
Así dicho sonó francamente mal pero, a pesar de ello, no me quitó las ganas de continuar mirando el reivindicativo ¡esto es lo que hay! por los casi rascacielos de Madrid y al día siguiente les comenté a mis amigas los milagros que se producen en esa hora. Algunas, las más crápulas, las adictas a ¡los viernes en casa ni loca! no sabían de lo que les hablaba pero había una que sí y le sugerí llamar y que nos subieran la autoestima o al menos conocer a ese semidios de Oliva del que mi más fashion victim amiga es hiper mega fan. Tres horas más tarde; unas cuantas cervecitas después ya no nos veíamos tan mal, de hecho, nos sentíamos esbeltas, a puntito de despegar del suelo si hacía falta. Una amiga sacó una cámara de fotos y ahí en plena calle empezó la sesión. Los transeúntes se paraban a mirar como en vez de gritar el clásico ¡patata!, berreábamos un ¡por la belleza real!
Y es que las mujeres, de vez en cuando, nos olvidamos del mensaje general y nos empecinamos por el particular, en este caso, el patrocinador de una buena causa, en otros casos, saber que hay muchos hombres por el mundo pero fijarnos hasta la obsesión en uno que, casualmente, es el que no te hace ni caso. Me gustaría saber qué nos aconsejaría el señor Oliva. Quizá para ello ya no exista remedio.

viernes, 11 de mayo de 2007

SANTA SEMANITA

Todas las Semanas Santas igual, “Los diez mandamientos”, que la hemos visto quinientas veces, “Ben-hur”, mil ochenta y cinco más y, lo confieso, ni me sé el divino decálogo e ignoro si Charlton Heston gana la carrera de cuádrigas. Los que programan la tele, bien se han quedado sin vacaciones y nos castigan por ello o sus cabezas ayunan de imaginación. De lo que estoy segura es que son los mismos que programan la de Navidad. Señoras y señores, un poco de respeto que a Travolta ya no le queda pelo para brillantina y las novias de los siete hermanos deben ser ya tatarabuelas. Sí, es que me indigna y mucho que para dormir la resaca de las procesiones de “caña por aquí, caña por allá” mi sobremesa sea la misma que hace quince años. Y no le quiero preguntar a mi madre que fijo me señala quien es el soldado que, por descuido, lleva un reloj digital en la época de los romanos. Creo que debido a esto los españolitos huímos de las caseras pantallas aunque sean planas o culonas y nos hacinamos en las carreteras a ver quien llega antes a la playa, a la montaña, o a confesarse que debe ser cierto eso de que uno se siente mejor hablando de sus pecados en ciudad ajena. Ojito lo que viajan los políticos. Dirán que son “vía crucis” en busca de nuestra salvación. Habrá que echarle fe al asunto o invitarles a que se presenten a Operación Triunfo, al parecer dar el cante es lo único que pacifica hostilidades y enfrentamientos. ZP a lo Camilo Sexto colaría y Rajoy a lo Juan Pardo más.
Continuando con mi peculiar rosario de quejas diré que el año pasado fui junto a mi novio a Granada. Admito que elegir esa provincia no fue muy original, la gente salía de cualquier sitio. Abrías una lata de coca-cola y ¡zas! un chino con su flash te provocaba ceguera temporal que aprovechaban unos listos para colarse en la cadena humana hacia la catedral. Al reponerte del susto una gitana te metía romero por la nariz mientras te amenazaba con un mal de ojo si no le dabas dinero. Y ya cuando conseguimos entrar, previo pago, al poner un pie en el sagrado suelo mi novio empezó a rezar con comentarios similares a los que yo le hago siempre que hay fútbol, ya sabéis a tocar un poco los.... Veni, vidi, vici y a los cinco minutos fuera. Al ser periodo de reflexión opté por callarme y agotados, de camino al hotel la verdadera Semana Santa nos plantó cara. No, no nos cayó del cielo una bienaventurada torrija si no una procesión de las de saetas, silencios y aplausos nos impidió acceder a nuestro retiro espiritual. ¡Toma sacros cuatro días! Resignados hicimos lo propio a nuestra devoción, dar palmas en una taberna hasta que la noche nos cerró el garito. A la mañana siguiente, el efecto de las cervecitas y vinos se había calzado espuelas y le daba a lo de “arre burro arre” en nuestras cabezas. Reconocimos que se sufre mucho en esas fechas y prometimos planear mejor la siguiente. Este año nos quedamos en casita a disfrutar de la fiesta desde la tele que aunque se reitere, de vez en cuando, se apiada de nosotros y nos ofrece películas como La Pasión de Cristo de Gibson que desde el sofá todas estas cosas infunden respeto pero, lo dicho, desde el sofá.

Mujeres y Hombres

El hombre y la mujer no descienden del mismo mono. Seguro que no. Apostaría mis posaderas, trasero o culo (en caso de perder algo eso no me importaría, como a muchas y ahora que ya huele a veranito más) a que las mujeres derivamos de un primate mucho más sensible, observador, sincero y demás virtudes que el hombre. Lo llamaría Alter Primate porque decididamente es otro. (Ni feminismo ni machismo, puramente REALISMO).
Si yo no me entero de lo que es fuera de juego en fútbol, ellos no entienden la simple frase, por favor, baja la tapa del váter (lo sé, muy típico pero real). Si a mí me hablan de Euribor, creo que es un gigante peludo de cuento infantil (algunas me llamarán zopenca, lo asumo). Si a ellos se les habla de cualquier tarea doméstica, te dicen que domestiques tú y tan panchos. Preguntas que qué tal el día y te responden que bien, tú esperas que continúe hablando y él te mira como si te hubiera contado el día más largo de su vida. Entonces aparca sus problemas en el sillón o se los cuenta a la televisión y tú, a la cocina, a lo que llamo ESPACIO de TERAPIA. No sé porqué pero ahí suelo pensar. Pero no sólo yo, recuerdo que mi madre pensaba mucho al chup-chup de la olla Express. La escuchaba desde mi habitación pero no entendía muy bien sus discursos. Ahora sí, ahora he caído que lo que hacía era ponernos de vuelta y media a todos. Como hago yo en el espacio de terapia. Ahí me relajo mientras mi novio me pregunta desde el salón dónde están las zapatillas de estar por casa. Cierro los ojos, respiro hondo, sólo tiene que mirar al suelo y no lo hace y sigue preguntando y yo pelando ajos, en trozos cada vez más pequeños; intento no gritar, evitar hostilidades pero el Euribor del que he hablado antes me posee y le sugiero con ironía y en un tono de sargento que BUSQUE. Sólo tiene que buscar pero entonces se levanta del sillón (mi memoria recoge muy bien cualquier sonido) y entra en mi espacio de terapia. No las encuentra y además opina sobre el puré de ajo que hay sobre la tabla. Se me erizan hasta los pelos de la nariz pero mantengo la compostura aunque dejo el cuchillo en el fregadero, por si acaso. Voy al salón, me sigue y ¡magia potagia! ¡Sus zapatillas casi le muerden los tobillos! Regreso a mi espacio de terapia. Y en un momento me echo a llorar por culpa de la cebolla y por lo cansada que estoy. Sin consuelo voy al baño y enjuago mi perreta de niña mimada en el lavabo. Escucho que se acerca el amor de mi vida tan contento con sus zapatillas, al verme me dice: ya te dije que no te tocaras los ojos si usabas guindilla. Y se va. Me miro al espejo y sigo apostando el culo (y ahora con toda seguridad) que las mujeres descendemos del Alter Primate, conocido comúnmente como madres.