viernes, 27 de marzo de 2009

ELLA

Ella.
Puesta en marcha.
Dispuesta a desajustar la correa que lacera el cuello.
Agachada,
pasea entre las piernas con espinas.
Y tararea la melodía que la devuelve a cada golpe,
a cada nota, a tierras verdes.
Do.
Doblegan los machos a sus hembras plumadas.
Re.
Remontan las gaviotas olas fluviales.
Mi.
Mimando las sílabas compone un poema sobre un sombrero.

Ella.
Boca arriba arrima preguntas a las nubes.
Boca abajo atrajo los sueños de las hormigas.
En pie,
salta a la comba explotando pompas
y entona la canción a su manera.
Fa.
Fábulas con moralejas acartonadas por la madurez.
Sol.
Soles girando en las mejillas crepusculares.
La.
Laterales sibilinos de uñas afiladas.

Ella.
Tabicando allí donde las zarzas trepan,
donde las zarpas tejen cojines con piel.
Encorvada,
se apoya en el bastón cojo
y musita una vieja canción.
Si.
Sita en la mecedora que sujeta y suelta, suelta y sujeta.
Do.
Domina, como a una madeja, a quien quiera saber si fue feliz.

Ella.
Prefiere una partitura
a su nombre en la tumba.
Así, todo el que la visita canta.

miércoles, 25 de marzo de 2009

Tú.
El que habita tras la pared.
No me había fijado que te sobran pantalones y silencios.
Sobretodo omisiones.
Hola.
Te he dicho hola.
Y en vez de alzar el periódico
ocultas la libreta de direcciones que no tomaste.
Al norte, el barco por terminar
flota en la hierba anidando caracoles.
Al sur, el olivar sembrado
espera que le animes a crecer.

Tú.
La brújula se dispara.
Demasiados lugares marcados en mapas.
Sin ceñirte a ninguno,
la superficialidad asegura tu ruta.
Acaba algo.
Te he dicho que termines algo.
Y arrancas ese trozo de piel
que no te sobra pero tampoco te falta.

Tú.
Sólo has llorado dos veces.
Ante mí, dos.
Descuelgo la lágrima de tu barbilla
y me hidrato los labios con ella.
La sequía tras haber hablado de más.
Olvida enero y febrero.
Te he dicho que los olvides.
La primavera me ha regalado un pañuelo
que convierte egoísmo en generosidad.

Tú.
Me quieres más allá que yo.
Yo quise más allá de ti.
No me había fijado que en vez de pan
rebanas lecciones a aprender.
Hoy toca plantar los pies en la tierra.
Mañana destronarme del país donde todo es posible.
Y ayer testigo de la masiva tala de fantasías.

Tú.
Ordenando la vida de principio a fin.
Y en medio que me tenías.
Te he dicho que me tenías.
Y me podías haber retenido
si en tu afán por recolocar hubiera sido esa pieza que buscabas.
Que buscas y hallarás pero no de mi color, ni tamaño.
Y acabado el puzzle
seguiré inmersa en el autoblanco
que abandoné cuando te conocí.
Quizá el azar nos amarre a la orilla intranquila donde antes hacíamos pie.

Y tú.
Escriba inconformista con las leyes ególatras.
Gracias por guiarme en paralelo a mi ombligo
y adentrarme en una perpendicular donde los demás
son enormes puntos de partida para grandes historias.
Te he dicho y repetido, muchas gracias.

martes, 24 de marzo de 2009

YA NO

Lo nota.
Ha notado el desvío.
Ya no perfila letras en su nuca más desnuda que antes.
Ya no le engancha en su cadera para protegerle del caos.

Lo advierte.
Su vida ha dado un vuelco.
El vuelco estudiado girando en contra del sol.
Espeluznante tiovivo para arañas sin más causa que buscar una para comer.
Ya no recorre sus piernas como si fueran obras de arte.
Ya no le alza a su espalda par acariciar la barbilla a la luna.

Lo apunta.
Y petrificada como una estatua salina se lo vuelve a pensar.
Ir más allá. Lo ha leído y, de un tajo, el cordón umbilical al cesto de las cosas
que limitan, que coartan.
Lo ha leído de alguien que revisa lo escrito.
El revisor de pespuntadas historias.
Pasando lista a los términos bien situados.
Castigando a los anárquicos a portar libros hasta que se comporten.
Filtrando lo explicativo se depura el esqueleto de imperfecciones.


Lo siente.
Lamenta haberse dejado contagiar de imposibles.
Imposible el florecer de un almendro en enero.
Imposible el devolver un te quiero por llevar la tara de ser de verdad.
Improbable el curar la alergia al cariño.

Ya no resopla al contacto.
Ya no espera al principio de la escalera.

Lo percibe y desde más allá regresa para decirle
que aún le necesita cerca.
Peldaño a peldaño
baja por donde no debió subir.

Argumentar, como diría el menudo inspector de cuentos, no hace falta.
Ya no.

miércoles, 18 de marzo de 2009

AYUDAR

Cuando se estrechan las vías de escape,
se retuerce el pescuezo,
se troquela el aire hasta que falta.
Oprime lo que dejas de contar,
lo que desplazas hasta otro momento que sea nunca.
Se trenzan los intestinos hasta escurrir lo que sobra.

Cuando los atajos se hacen intransitables,
los rasguños son ventanas a tus huesos
como túneles en carne viva contrayéndose a cada soplo hiriente.

Tiras de reservas
si en tu despensa no hay más que baldas
marcadas con el óxido de lo que hubo.
Y lijas levantando la pintura.
Y limas la costra corrosiva para dar con lo que eras.

Demasiados fraudes en encuentros corrompibles.
No entrar por los ojos sella interiorizar.
Que alguien te dé mala espina, escama.
Y aunque vibren los estómagos,
más obligaciones harían estragos en la ajetreada paz de tus hábitos.

Cuando convergen las dificultades en una sola
se inclina todo resbalando hacia ti.
Y de protector abusas de la sonrisa
como un llamativo neón, inagotable.
Y aunque su zumbido indique un estallar inminente
se preocupan más de no ser pasto de mosquitos.

Cuando tu destino como autoestopista es dar con ayuda
el volante no gira, ni los ojos, ni los pies…
Pedir ayuda traumatiza el trayecto.
Obtenerla es que a alguien no le importa llegar tarde.

- Siento haber irrumpido en tu vida de esta manera.
- No importa, quizás si no lo haces hubiera atropellado a alguien.

A veces, quien suplica auxilio no es siempre quien más lo necesita.

jueves, 12 de marzo de 2009

ALGO DE LUZ

Hay pocos que entiendan de fragilidad.
Muchos menos que desfiguren la sobriedad
de ese instante atrozmente delicado.

Somos héroes adormecidos por la soberbia,
por no saber o negarse a perdonar.
El poder de absolver, a veces, enajena y no apacigua.

Somos titanes cuando se trata de claudicar sin mirar atrás.
Impulsamos olas de despropósitos arrasando oportunidades.
Estamos solos en eso de mantener la espuma en nuestras orillas.

Hay pocos capaces de descomponer un error en dos.
Muchos menos que ensaquen la mitad demoledora
para conducirla al amurallado país del borrón y cuenta nueva.

Somos expertos de la imperfección.
Damos con una minucia de astilla en la inmensidad de la belleza.
Y señalamos a quien la clava en las profundidades del arenal.

Somos torturas para los que se cubren de temblor.
Damos coba a quienes se lavan la boca con burlas anti caries.
Y arrancamos las anginas de quienes sólo les queda un “no puedo más”.

Hay pocos predicadores de la empatía.
Muchos menos que la practiquen.
Una secta sin ánimo de lucro, sin futuro alguno.

Hay pocos cobradores de risas.
Muchos menos hipotecados al cariño.
Eso no cuenta en el vaivén bursátil.

Somos huraños ante el afecto.
Tacaños al compartir “momentos contigo”.

Aunque hoy, ahora, mientras me despejo de tanta realidad,
te diría que pagaría por volver a verte sonreír.

Y es que, a pesar de lo que somos, en lo que nos convertimos o convierten,
siempre necesitamos algo de luz.
Y desglosar esa factura no cuesta nada.

SOMOS OTROS

Somos otros a extramuros de las poses.
Otros castigados por enroscarnos en costumbres.
Las mismas que nos parodiaban antes de lacrarnos con nombres.

Somos otros encarnados en las veces que nos gustaría,
en las noches vacías de luna, en los días donde la claridad se apropia de nuestras sombras.

Otros enfrentados entre cuatro paredes a la esencia de lo que vendrá.
Que vendrá tal y como lo desdibujemos de los deslenguados que nos rigen y guían atados a la correa del interés.

Somos otros, más como niños y sus pataletas
cuando no obtienen lo que desesperan tener.
Y ya en nuestro poder, pese a quien pese, no sirven aunque la piruleta cruja en su envoltorio.

Otros, más inconformistas para incordiar a quienes embuten pensamientos
en mentes influenciables, carentes de influjos propios y absortos en verborreas más vitales.

Somos otros encarcelados en ilusiones que intentamos robar a un escapista.
Otros, agitando un mundo sellado a nuestros miedos.
Las fobias marcan el territorio de la muerte. Olisquea y, por instinto, caza.

Somos otros en el arrabal del amor.
Donde embadurnarnos con el barro de las conquistas fallidas.
Donde electrocutarnos por ser cautivos de lo prohibido.
Otros, convencidos de que un para siempre es literal y no colateral.

Somos otros desparasitando un te quiero de los rodeos dados.
Y ahí dejas de ser otro.
Ahí eres tú.

DISCREPANCIAS

Aseguran los sabios de salón
que si se muestra catastrófico,
si se enjaula en moderadas distancias
es que ha entrado en ti.

Insisten en que si demuestra aprecio medido en pulgadas,
si hay más párpado que iris, más displicencia que atenciones
sueña despierto contigo.

Y en la aprensión ante una comicidad conocida
ironizas ese argumento para no pasar de insomne circunstancial a crónica.

Y con enorme pragmatismo alzas la barbilla
para que las lágrimas regresen a los ojos.
Ahí la verdad cristaliza y atraviesa.

Analizan los puristas de las relaciones
cada desaire como un acercamiento del más inseguro.
Alquimia para los más cándidos.
Si destila tirria va a ser que no le importas. Sin más.

Disparatan los altruistas de esperanzas
que una indiferencia es asomo de consistencia
y en eso, en su reverso
no es más que un olvídate ya.

Y en un espasmo de coherencia se segregan
la falacia de la virtuosa exactitud.

Y colapsada de tanta aportación
corre a los pies del gran canalla gritando:
- Ya sé que no me quieres.

El gigante despliega sus alas.
- Esperaba que tú lo hicieras primero.

DESMONTANDO ALMAS

Se ha vuelto inerte,
ausente al contacto.
Alude parsimonia
mientras su pulso discrepa.

Despreciar le devuelve a la postura
que lamentarán sus tendones
y quienes le presten atención.

Sin advertir que colgaría el entusiasmo
de un gancho candente
cogió el petate de respuestas
y huyó de ávidos interrogatorios.

Ofuscando al más orientado,
desquiciando al más justo
se levantó antes del veredicto
que le exculpaba por resollar con tedio,
por hipnotizar con abulia.

Aburrido de deshojar la misma flor
la colocó en su lugar
y, sin importarle la trascendencia del gesto
(la flor envejeció siendo aún niña),
desertizó de magia todos los parajes que transitó.

Desviviéndose por arreciar catastróficos desdenes
encerró un corazón en una caja de clavos.
Y a merced de un medido movimiento
alguien se postró lívido tocando fondo.

Así subsiste este metódico ilusionista
apuntalando almas en declive.
Ánimas desmontadas
por participar en el ardid de dar a cambio de nada.

Y el prestidigitador será feliz pues siempre hallará
a quien sugestionar para desinteresarse más tarde y
marcharse por cualquier esquina despistada.

El trato tras todos sus trucos.

NO ES AMOR

Hay algo que no ha contado.
Hay algo que se le ha escapado mientras se agarraba a su abrigo con furia.

Pueden pasear y lo hacen por diferentes aceras.
No se tocan, no vayan a enamorarse.
No se miran, no vayan a encontrarse.
Y espalda contra espalda
acarician un quizá siempre no sea así.

Sacó del bolsillo un puñado de besos
y los dejó escapar calle abajo.
Se endurecían por no darlos.
Rancios no descolocan tripas.
Y él, buscando una casualidad
la recogió apoyada en la fuente al final de una calle.
Saboreándola en clandestinidad.

No es amor, sentencia quien nació de las estrellas.
En el amor no se duda, se avanza.
Y se entumeció al reconocerle siempre en el mismo sitio.
Y más al verse ella delante de él.

Hay algo que se guarda.
Hay algo que no expresa para no afrontar.

Si no es de decir anota lo que hace.
Si no es de callar memoriza algo de lo que dice.

Pueden reír y lo hacen por debajo del mantel.
No se abrazan, no vayan a engancharse.
No se sinceran, no vayan a quererse.
Y nuca con barbilla
se apoyan en las manos oportunistas,
de quienes se pegan a sus caras
sin permitir que el giro les haga cómplices.

No es amor, grita el público.
Quizá lo empiece a ser, apunta el narrador.

AL MENOS

Al menos, se mantienen cerca.
Al menos, no han cuadriculado sus carismas.
Saben que el viento no les custodiará por mucho tiempo.
Saben que el tiempo les manejará a tragos.
Y en su brindis,
hoy por él,
no sabe para cuando por ella.

Al menos, no se han perdido del todo.
Al menos, reconocen sus contornos.
Saben que el reincidir cuelga de sus armarios sin llegar a apolillarse.
Saben que sus colores se obtienen a base de mezclas.
Y en su textura
le ha pintado de azul
y a ella de gris.

Al menos, se conceden ratos.
Al menos, acordaron quebrantar pasos restringidos.
Y banalizar que tras sus conductas residuales
despuntan evidencias de que no son sólo posos.
Levantaron la fina lámina de revelarse más vulnerables por sí solos
que agarrados de la mano.
Y en un pronto visceral taparon la visión de entroncarse en un único camino.

Bajo la solapa del sólo me esclavizaría a la libertad.
Bajo el sedoso pañuelo del ya anduve sometida al no poder.
Olvidan en el asiento de atrás de la vida
lo que por un kilómetro nocturno echaron al maletero
con la convicción de no desembalar hasta el desenlace.

Al menos, intercambiaron algo de ellos en los preliminares.
Al menos, al mirarse el aire no se divide y sube.

TRAS LA MIRILLA

Saber lo que ya sabías no deja indiferente si te lo cuenta quien no sabe o no debería saber.

Luchar por no desayunar con la pereza,
ducharte con la esponja del optimismo
y peinarte de espinas es lo aconsejable.
Y al sugerir no le afecta la crisis,
este trance de bolas de cristal llenas de humo.

Rachas disculpadas
pues a pesar de entrometerse, de apropiarse de credibilidad,
de dibujar un cero en tu sien…
cuando se va te amparas en la crudeza.
La que te llevará a erguirte en la curva por la que asomas.

Pierdes peso por no contrarrestar la emoción.
Lo ganas cuando comes mentiras entre horas.

Escuchas la parte no barajada por ti
y lo deformado se amolda a lo real.
Lo real apilado en el desguace de lo que te disgusta.
Aflige ver a las ratas acorralando a la verdad,
usándola de trampolín hasta alcanzar tu yugular.

Varada en la playa de la ambigüedad
alguien te incita a decantarte por lo mismo.

Ahora lo drástico enmohecería la armónica torre donde te has retirado.
Ahora plantarse de una pieza sería desmoronar el mecano armado a conciencia sin tragarte ni un tornillo.
Guarecerse en lo mismo puede reflejar indolencia.
Fuera de lo mismo las furias arañan las calles hasta dar con tu puerta.

Y es tras la mirilla donde sólo tú puedes hacer que no sea lo mismo.
Aunque quedes de muesca en una pata del sofá.

LOCOS

A veces, no se sabe explicar.
Las ocurrencias no siempre acuden con resplandor.
Y el resplandor, ocasionalmente, centellea locura.

Las noticias retuercen los cuellos para jamás volver a ver
que hay quien es capaz de llegar a eso.
Si uno lo es los demás no dejan de serlo,
los demás andamos trampeando el extremo de la cordura
para jamás ser acusados de locos
aunque sisemos un poco de allá para excusarnos de algo cometido acá.

Los locos aprecian un momento de lucidez.
Los lúcidos levantan alfombras para acumular sus excentricidades.

Graduamos la demencia para matizar la causa de un acto.
Falta leve al loco de amor.
Falta grave al que viola por placer.
Falta imperdonable al que mata para que otros no puedan amar más.
Y deberíamos ser más severos a la hora de graduar la moralidad
en vez de poner en huelga nuestro remunerado juicio.

Las camisas de fuerza son para los encerrados,
los que andan sueltos las bordan con sus iniciales.

La sensatez espera la extremaunción.

A veces, se aturulla al expresar.
La idea es alegrar al desprevenido,
al que se encoje ante un roce,
al que duda de un te adoro,
al que le da por prescindir de todo,
al que le pone una cruz a lo espontáneo.
Este tipo de locuras nunca sobran.

Y no es menos loco el que cree no estarlo.
Y no lo es más el que ni lo sabe.

PIEDRAS EN LOS PIES

Si hay recelo el riesgo se anula.

Se restringen las pretensiones de saber algo más.
Y aún en uso de la sutileza no sin gracia
el momento, se enoja, aplastante con un no te incumbe.
Y te atañe pues el escéptico te convenció para endiosarle.
Y ahora, sin pedestal, parece tan inferior como tú.
Los ídolos sin adeptos no se sostienen, insisto.

Sale impune pues no hay ataque.
Y aún sobrepasando tus lindes
expoliando tus ingenuidades, tus quizás…
Se viste para la ocasión
mientras tú la has buscado todo el tiempo desnuda.

No hay resentimiento aunque la desazón
advierte que se va a tomar su tiempo.
Y te sigue en bata y zapatillas
para cobrar todo lo que le has pedido a crédito.
Y te escondes de los que van a sonsacar,
los que van a apurar la miga de alegría
por la que calibras el olvidar o no.

Si indagas corres el riesgo de acertar.
Si aciertas puedes perderlo todo.

Atenúas la simpatía por vengarte.
La venganza sin malicia
no funciona ni con agravantes.
Y desistes en obstinarte por algo laberíntico.
Tu resistencia se gradúa hasta la docilidad.

Si no hay nada qué hacer
lo ves pasar sin quedarte recuerdo alguno para ti.

Y alguien iza por ti la bandera blanca de los no correspondidos, por los que no piden recompensa si son capturados.

BANDERA BLANCA

Si hay recelo el riesgo se anula.

Se restringen las pretensiones de saber algo más.
Y aún en uso de la sutileza no sin gracia
el momento, se enoja, aplastante con un no te incumbe.
Y te atañe pues el escéptico te convenció para endiosarle.
Y ahora, sin pedestal, parece tan inferior como tú.
Los ídolos sin adeptos no se sostienen, insisto.

Sale impune pues no hay ataque.
Y aún sobrepasando tus lindes
expoliando tus ingenuidades, tus quizás…
Se viste para la ocasión
mientras tú la has buscado todo el tiempo desnuda.

No hay resentimiento aunque la desazón
advierte que se va a tomar su tiempo.
Y te sigue en bata y zapatillas
para cobrar todo lo que le has pedido a crédito.
Y te escondes de los que van a sonsacar,
los que van a apurar la miga de alegría
por la que calibras el olvidar o no.

Si indagas corres el riesgo de acertar.
Si aciertas puedes perderlo todo.

Atenúas la simpatía por vengarte.
La venganza sin malicia
no funciona ni con agravantes.
Y desistes en obstinarte por algo laberíntico.
Tu resistencia se gradúa hasta la docilidad.

Si no hay nada qué hacer
lo ves pasar sin quedarte recuerdo alguno para ti.

Y alguien iza por ti la bandera blanca de los no correspondidos, por los que no piden recompensa si son capturados.

A MI QUERIDO DESCONOCIDO

No ha pasado ni un segundo eléctrico que no haya pensado en ti.
Sé que andas por ahí colocando todo lo que desarmo.
Que no te conozca no significa que no te imagine.
Siempre pensando. A veces, muchas, dudando.
Con un color de ojos imposible de definir pues cambia dependiendo a quien mires.
Conmigo son castaños. Lo sé.

Sé también que te gustó que te diera dos besos en vez de la mano cuando nos encontramos en el parque por donde solíamos pasear cada uno por un polo.
Tú siempre con un abrigo azul y yo con un vestido de flores blancas y rojas de las que salen de manos de artista sin saber de qué clase son.
Tú invernal, yo cada vez más estival.
Fueron dos besos buenos, de los que se quedan aunque no se den.

Acierto si digo que te encantó el sonido de mi risa al que no abriste la puerta por miedo a que te asaltara.
Y me quedé en el rellano unas cuantas horas hasta que se te pasara el susto. Hasta que me cansé.
Por un momento tuvimos la mano en la misma barandilla pero me solté y tú te agarraste para no caer.

Dijiste, garabateando en un folio, que desde que me habías visto en ese tren al que no subiste, sabías que era el amor de tu vida.
Y me alejé sin saber que acabaríamos los dos en el mismo lugar.
Un lugar sin esquinas al que doblamos sus calles buscándonos sin éxito.

Nos hemos cruzado tantas veces que llego a distinguir entre otros ese andar tuyo de pasos gigantes a quienes tu sombra no es capaz de alcanzar.
Y a pesar de tirar con fuerza de ella, siempre vuelve a ti.
Es la dependencia que yo tengo a no encontrarte.

Recuerdo que un día te acaricié la cara.
He escuchado que es el juego favorito del aire y, a veces, se posa y otras prosigue para dar con el tacto adecuado.
Y lo cuenta, por eso sé de tu suavidad.

También sé que hay noches que pellizcas mi espalda para que no me pierda en otros sueños que no despierten en ti.

Tranquilo, mi querido desconocido, nunca cierro los ojos, jamás sin antes haberte visto. Y son castaños. Lo sé.

REMOLINOS DE AYER

Vaticinaron que dejaría de creer.
Al parecer dentro de unos años
y ya lo ha dejado.
Una vez habló, escribió sobre una decepción,
quizá hoy alguien lo haga sobre la suya o calle para siempre.

Debe alejarse de su sombra para hallar la suya, la propia
la que lucía con esplendor.
Y en esa secesión mutila su convicción
de que el querer lo es todo en la vida.
El diablo, de nuevo, se alza vencedor,
se corona rey de la perfecta escisión.

Auguraron que se apartaría,
y lo hizo, tanto que dicen que ya no mira si no esquiva,
ya no come si no moldea en pan lo que le hubiera gustado ser.
Ya no salta si no duerme pues soñar no hace daño a nadie.

Arrecian los berrinches que brotaron hace meses de una caricia.
Lo bueno deriva en penurias y las penurias como una caries nunca van a mejor.
Y tomados como desprevenidos los avisos de que escaldaría
la quemadura no se alivia ni con el mejor beso de aceite.

Acucia que se la deje intacta
como si se hubiera quedado en el punto de partida
sin la ambición de ser la primera.
Y siéndolo se llevó el premio a la estupidez,
y sin serlo el galardón a la ignorancia.

Pide entre turbulencias la paz,
la paz se ensaña con los que se amedrentan.

Y así se equipa de un arsenal de hálitos
haciendo caso de un consejo,
el de ir siempre hacia delante
aunque se vuelva a merced de esos vientos
que traen remolinos de ayer cuando aún creía.

ESTO ES POR QUE ALGO PASA

Esto es para quien permanece inerte ante los movimientos.
Para quien no se previene contra las alteraciones ya que “ni fu ni fa”.

Y es que las cosas mutan y más las personas.
Un botón mal pulsado y todo al traste o a funcionar
depende si la situación estaba en disposición o indispuesta.
Algo pasa si sale humo, si no tintinea como solía.

Y esa noche sus voces se perdieron entre el muro de niebla.

Esto es para quien no capta una inclinación.
Las pendientes se prensan si hay buen agarre al asfalto o gravilla.

Y es que los recorridos giran y más las vidas.
Una dirección confusa no te lleva donde quieres,
encontrarás flores pero no serán las que le gustan.
Algo sucede si el interés se desubica.

Y ese día el regalo se marchitó ante el agrio aliento de los gritos.

Esto es a quien un llanto no cambia su impávido porte.
Para quien se resguarda de las lágrimas con paraguas.

Y es que llorando uno se desahoga y más los que sufren.
Una pena contenida no acaba con el pesar,
se acumula hasta derivar en necrosis del corazón.
Algo pasa si el amor entra por los pies y abandona por la cabeza.

Y esa tarde trepó por las faldas de la noche, la noche se colgó de las cortinas del día…y sus ojos aún escancian dolor.

Esto es para quien tras leer esto apague el ordenador y sin querer le haya dado a reiniciar.

FALTOS DE AIRE

Hemos dejado de ser valientes.
Ya no hay cabezas si no cuellos a los que acusar.
Bajo tierra pese a mal respirar
la presión nos impide hablar o escuchar lo que nos echan en cara,
aplaca la visión espantosa de quien nos falla
y colapsa el tufillo de quien no te desea lo mejor.

Hemos dejado que otros saquen los dientes.
Y es que los cuerpos sin razonamientos
son salvajes sin selvas donde liberarse.
Sanearse de lo que nos confían
ensucia de ausencia verbal.

Pedir que atesoren un inmaduro escarmiento
es por que no se puede con él.
Suplicar que se salvaguarde de toda garra
debilita a quien encomienda
y encomia a quien acepta.
Debiendo afianzar la complicidad
de quien no es más que uno ni menos que el otro.

Hemos relegado los favores que nos hicieron
por los que se esperan.
Damos por hecho lo inacabado
y cuando acaba nos sentimos desfavorecidos.

Obviamos una amistad, tasamos un amor.
Y cuando se pierden recobran su valor
añadiendo el dato de su falta
que es lo que parpadea pidiendo ayuda.

Hemos cedido la osadía a otros.
A los que están ahí come what may (pase lo que pase),
para quienes lo incondicional es el condimento de toda tertulia
y a todos los que te abrazan sin merecerlo.

Daría todo lo que me queda de temeridad
a quienes no se rinden ni faltos de aire.

APÓCOPE DE TI

Construimos cuevas a base de risas y desenfados.
Y en ese refugio quemamos las penas, decepciones y demás lacras que nos blanquean.
Por mucho que conjuremos el eco sólo nos despeina
agravando ese desencuentro con el infierno.

Muchos van a lo que van
y tú, que regresas de allí, te traes sus ojeras, canas y despropósitos.
Y es que descorrer el flequillo de quien aprecias
y hallar dos cuencas sin expresión… hunde, desorienta, incapacita.
Son los que piden que hagas, esperan que digas, exigen que admires
mientras se hacen los muertos si vives.

Son los que se creen que valen más que uno pues se lo has repetido tanto
que tu lengua no da para ti.
Es el alabar ensanchando egos cuatro tallas más de las oportunas
apocando la tuya a la infantil.

Ensamblamos sonrisas a la par que las repulsas roen nuestros estómagos.
Carcomen los desparpajos de los que emulamos que no ha pasado nada
cuando una bofetada te ha cruzado el alma siete veces.

Y te dices, te ensañas con tus deslices.
Caíste sin que nadie te empujara,
resbalaste por no mirar donde pisabas.
El mal del equilibrista sobre las cuerdas de la empatía.

Y sabes que no eres mejor de los que se lo creen
ni peor de quienes se frotan las manos.

Y, en un instante, te pones en su lugar, bajo su piel.
Nunca se preocupó por ti
pues ya lo hiciste tú por él incluso cuando nunca te lo pidió.

Es el tremendismo de quien sabiéndose de porcelana
presume ser de acero.

SIN LEER ENTRE LÍNEAS

He tratado de entenderte
sacando un pie de tu vida.
Sé que te escabulles de todo control,
te opones a pertenecer
y tus raíces se desentienden de cualquier arraigo.

No se enraiza en suelos baldíos de afecto.

Me desconciertas.
Y, ante tu inquisidor porqué, dudé.
He leído que de una certeza nace una duda.
Sé lo que siento aun siendo acusada de jugar.
Sé lo que quiero aun permaneciendo en el umbral.
Será que no nos damos más
o tus fronteras no son las mías.

La certeza de todo esto debería ser dejar de dudarnos tanto.

Alguna vez, cuando creo que has decidido irte o me he marchado…
cuando ni me miras o me escondo.
Cuando he pasado de ocupar a ser una circunstancia
soplas desde mi nuca a mi garganta
y pienso que sin ello
volveríamos a ser los extraños que se cruzaron en el andén de los escogidos para no quererse.

Otras veces, cuando hurgo en tus noches
sólo quedan gatos aplastando ovillos con las cosas que quiero que sepas.
Y maúllan atrayendo lobos de mediodía,
esos hambrientos de ingenuidad y todo aquello me defina en ti.

Has tratado de entenderme
perfilando mis frases
pero sin observar al trasluz.
No sabrás
sin leer entre líneas.

PALABRAS O HECHOS

He escuchado que hablar no vale sino se respalda con hechos.
Así que sirve de poco decir te quiero si no lo acompañas de un beso.
Si sólo besas… el acto se queda cojo
así que todos cojeamos de alguna manera, tanto que
se han revalorizado a lo más alto las muletas para el corazón.

Si odias gruñirlo no golpea.
Hay que sacar los puños y amoratar la cara de quien odiamos aun sin saber ni como se llama. Eso, dicen, es odiar.
Insultar, vejar, humillar son sólo aspirantes del detestar.

Las palabras se anulan si no las cuadras entre algo de serenidad.
Si rompes con alguien capeando las explicaciones
con el portazo uno se da por enterado
y, en el vacío, que te desgañites sólo servirá para quedarte afónico de desamor.
Y, entre el tumulto, que te arrepientas sólo lo sabrás tú.
Entre un café apalabrado quizá no se hubiera llegado a eso.

Si añoras llorar no te lo devuelve.
Si tienes frío tiritar no te abriga.
A no ser que alguien recoja tus lágrimas por correo certificado y regrese.
A no ser que a alguien no le importe helarse mientras te vea color en las mejillas.
Eso ocurre si importa lo expresado.

Pensando es cuando las frases se reúnen en torno a la verdad.
Lo que piensas queda matizado por lo que dices o haces en todo caso.
Incluso lo intercambiamos por algo que no tenga que ver.
Rumias una declaración de principios ante un superior déspota
y el resultado son fotocopias de los documentos de tu frustración.
Maduras confesar a quien te adora que tú mueres en otro cementerio
y te aseguras servir la sopa de letras bien calentita.
Ahí se encarcelan las frases pues no son tiempos de plantarle cara a tu ética
o tu ética hace tiempo que dejo de tener rostro.

Los hechos que se consuman no son ni de cerca los pretendidos si no se conversan.

ENAMORARSE

Alguien ha hablado de enamorarse.
El enamorarse no hace excepciones
y rasca allá donde cae.
Uno se enamora y se le amontona el trabajo.
Se ralentiza su condición de razonar
que pasa a darse de baja hasta recuperarse.
Se acumulan los expedientes con las explicaciones
que te salven de ese inmaduro estado en que prima indagar
si ha notado que llevas perfume sobre el resto.

Alguien ha comentado que las veces que uno se enamora
vienen secuenciadas por las carencias con las que haya crecido.
Una vez saciadas el desenamorarse no hace concesiones
y es el embrujado quien da un paso más en la madurez.
Madurar significa no olvidar la decepción antes de salir de casa.

Cuando te enamoras adecuadamente progresas
pues recibes de una manera equiparable a las que das.
Se acaban los vértigos del con qué me vendrá hoy
aunque se incrementan las ansias del ya no me sorprende.
No estás enamorado pero terminas amando.

En ocasiones, el enamoramiento pisa el freno
gastando las ruedas de lo ideal.
Idealizamos sin incluir instrucciones, esas las dejamos
para cuando descubrimos que ya no funciona.
Lo inalcanzable atrae hasta alcanzarlo,
una vez puesta la medalla ésta se llena de marañas y patrañas
como que, en realidad, le preferías como amigo.

Alguna vez, te descubres enamorado de alguien inesperado,
de alguien que sabe más de ti pues te ha escuchado incluso cuando no hablabas.
Alguien que pinta de otro color tus esquemas.
Quizá debamos mirar más a nuestros costados que de frente, he leído.
Y ahí debe uno cuidarse de no alterar la naturalidad.
Lo natural puede hacer entrar en razón a quien se niega.

Enamorarse de alguien que no lo está de ti
es la carrera superior más costosa.
Hay quien renuncia a la mitad
y hay quien jamás la termina.
Aunque nadie le puede decir que nunca se ha enamorado
que “haberlos haylos”.