jueves, 12 de marzo de 2009

TRAS LA MIRILLA

Saber lo que ya sabías no deja indiferente si te lo cuenta quien no sabe o no debería saber.

Luchar por no desayunar con la pereza,
ducharte con la esponja del optimismo
y peinarte de espinas es lo aconsejable.
Y al sugerir no le afecta la crisis,
este trance de bolas de cristal llenas de humo.

Rachas disculpadas
pues a pesar de entrometerse, de apropiarse de credibilidad,
de dibujar un cero en tu sien…
cuando se va te amparas en la crudeza.
La que te llevará a erguirte en la curva por la que asomas.

Pierdes peso por no contrarrestar la emoción.
Lo ganas cuando comes mentiras entre horas.

Escuchas la parte no barajada por ti
y lo deformado se amolda a lo real.
Lo real apilado en el desguace de lo que te disgusta.
Aflige ver a las ratas acorralando a la verdad,
usándola de trampolín hasta alcanzar tu yugular.

Varada en la playa de la ambigüedad
alguien te incita a decantarte por lo mismo.

Ahora lo drástico enmohecería la armónica torre donde te has retirado.
Ahora plantarse de una pieza sería desmoronar el mecano armado a conciencia sin tragarte ni un tornillo.
Guarecerse en lo mismo puede reflejar indolencia.
Fuera de lo mismo las furias arañan las calles hasta dar con tu puerta.

Y es tras la mirilla donde sólo tú puedes hacer que no sea lo mismo.
Aunque quedes de muesca en una pata del sofá.

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