martes, 24 de marzo de 2009

YA NO

Lo nota.
Ha notado el desvío.
Ya no perfila letras en su nuca más desnuda que antes.
Ya no le engancha en su cadera para protegerle del caos.

Lo advierte.
Su vida ha dado un vuelco.
El vuelco estudiado girando en contra del sol.
Espeluznante tiovivo para arañas sin más causa que buscar una para comer.
Ya no recorre sus piernas como si fueran obras de arte.
Ya no le alza a su espalda par acariciar la barbilla a la luna.

Lo apunta.
Y petrificada como una estatua salina se lo vuelve a pensar.
Ir más allá. Lo ha leído y, de un tajo, el cordón umbilical al cesto de las cosas
que limitan, que coartan.
Lo ha leído de alguien que revisa lo escrito.
El revisor de pespuntadas historias.
Pasando lista a los términos bien situados.
Castigando a los anárquicos a portar libros hasta que se comporten.
Filtrando lo explicativo se depura el esqueleto de imperfecciones.


Lo siente.
Lamenta haberse dejado contagiar de imposibles.
Imposible el florecer de un almendro en enero.
Imposible el devolver un te quiero por llevar la tara de ser de verdad.
Improbable el curar la alergia al cariño.

Ya no resopla al contacto.
Ya no espera al principio de la escalera.

Lo percibe y desde más allá regresa para decirle
que aún le necesita cerca.
Peldaño a peldaño
baja por donde no debió subir.

Argumentar, como diría el menudo inspector de cuentos, no hace falta.
Ya no.

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