martes, 14 de octubre de 2008

Interés

Se pierde el interés cuando sabes o intuyes que la otra parte, quien te interesa, obvia o rehuye tus actos.
Se pierde cuando la otra parte no te encuentra.
Es mejor no ser osado si ya lo has sido.
La valentía, en esos casos, cae en el ridículo.
Por que atiendes a tientas.
Por que esperas…e insistes…y puedes seguir esperando e insistiendo como una estatua en honor a la desolación.

Ya no interesa si lo has desgastado.
Si has trepado por sus piernas, sus brazos, su espalda, su cuello y no has sido capaz de atravesar su piel. Y te rindes a la desidia.
Se pierde el entusiasmo si lo piensas inalcanzable. O te lo prohíbes, inhibiendo el deseo latente, al que de cuajo arrebatas cualquier atisbo de improvisación.

Cansa el mirar y que no te vean, el hablar y que tu voz no llegue, el acariciar y que no conmueva.
Debilita ese querer y no poder pues una vez pudiste y no quisiste.

Se pierde el interés si no lo mantienes bien atado a los detalles que lo nutren.
Te obligas a perderlo apartándote de quien te atrae, de quien te cautiva pues peligra la objetividad.
Deja de importar cuando se enfoca a otra sonrisa aunque sea la equivocada.

Perdemos el interés si no hay futuro así que si hoy te digo lo mucho que te quiero mañana no lo esperes, si esta tarde te abrazo retenlo por si mañana me olvido y si esta noche me despido con un beso devuélvemelo no vaya ser que mañana haya perdido el interés.

jueves, 9 de octubre de 2008

A veces, me paro a pensar...

La muerte no se queda quieta ni ante el bebé más guapo del mundo.
Es la última nota de nuestra partitura existencial.
No es exquisita a la hora de elegir, su plan consiste en llevarse algo.
Acapara a capricho y hasta hoy no se vende, no se compra.

Si te roza, hiere. Oprime cuellos enmudeciendo camposantos.
Desolación omnipresente en el momento que te empuja, que te toca.
Zanja guerras entre hombres sin rencor, sin razones para estar allí e invocarla con disparos. Y deja su olor solapando el humano, el natural.

La muerte, si quiere, se hace esperar como el audaz enemigo que te sorprende tras la mejor sonrisa.
Se respeta pues se desconoce. Se desconoce pues no saluda.
Y se batalla contra ella mediante rezos, mediante súplicas universales insuficientes para debilitarla.

Si tu alma es su objetivo olvídate de armaduras y escudos.
Y si buscas algo bueno en ella lo tiene pues no entiende de clases sociales, de colores de piel, de fronteras, de edad ni sexo. Bueno desde la perspectiva de las diferencias visibles y tangibles. Malo pues se siente el mismo vacío tras su paso. Y pasar siempre pasa y pesar siempre pesa.
Todos condenados a ella, a sus grilletes preparados para apretar cuando te
gires, cuando te descuides.

Al conocerse la vida le dijo a la muerte:
- La verdad es que no te entiendo.
Y la muerte respondió:
- Lo cierto es que yo a ti tampoco.
Y desde ese día no se separan, desde ese día no son nada la una sin la otra.