jueves, 12 de marzo de 2009

A MI QUERIDO DESCONOCIDO

No ha pasado ni un segundo eléctrico que no haya pensado en ti.
Sé que andas por ahí colocando todo lo que desarmo.
Que no te conozca no significa que no te imagine.
Siempre pensando. A veces, muchas, dudando.
Con un color de ojos imposible de definir pues cambia dependiendo a quien mires.
Conmigo son castaños. Lo sé.

Sé también que te gustó que te diera dos besos en vez de la mano cuando nos encontramos en el parque por donde solíamos pasear cada uno por un polo.
Tú siempre con un abrigo azul y yo con un vestido de flores blancas y rojas de las que salen de manos de artista sin saber de qué clase son.
Tú invernal, yo cada vez más estival.
Fueron dos besos buenos, de los que se quedan aunque no se den.

Acierto si digo que te encantó el sonido de mi risa al que no abriste la puerta por miedo a que te asaltara.
Y me quedé en el rellano unas cuantas horas hasta que se te pasara el susto. Hasta que me cansé.
Por un momento tuvimos la mano en la misma barandilla pero me solté y tú te agarraste para no caer.

Dijiste, garabateando en un folio, que desde que me habías visto en ese tren al que no subiste, sabías que era el amor de tu vida.
Y me alejé sin saber que acabaríamos los dos en el mismo lugar.
Un lugar sin esquinas al que doblamos sus calles buscándonos sin éxito.

Nos hemos cruzado tantas veces que llego a distinguir entre otros ese andar tuyo de pasos gigantes a quienes tu sombra no es capaz de alcanzar.
Y a pesar de tirar con fuerza de ella, siempre vuelve a ti.
Es la dependencia que yo tengo a no encontrarte.

Recuerdo que un día te acaricié la cara.
He escuchado que es el juego favorito del aire y, a veces, se posa y otras prosigue para dar con el tacto adecuado.
Y lo cuenta, por eso sé de tu suavidad.

También sé que hay noches que pellizcas mi espalda para que no me pierda en otros sueños que no despierten en ti.

Tranquilo, mi querido desconocido, nunca cierro los ojos, jamás sin antes haberte visto. Y son castaños. Lo sé.

No hay comentarios: