miércoles, 25 de marzo de 2009

Tú.
El que habita tras la pared.
No me había fijado que te sobran pantalones y silencios.
Sobretodo omisiones.
Hola.
Te he dicho hola.
Y en vez de alzar el periódico
ocultas la libreta de direcciones que no tomaste.
Al norte, el barco por terminar
flota en la hierba anidando caracoles.
Al sur, el olivar sembrado
espera que le animes a crecer.

Tú.
La brújula se dispara.
Demasiados lugares marcados en mapas.
Sin ceñirte a ninguno,
la superficialidad asegura tu ruta.
Acaba algo.
Te he dicho que termines algo.
Y arrancas ese trozo de piel
que no te sobra pero tampoco te falta.

Tú.
Sólo has llorado dos veces.
Ante mí, dos.
Descuelgo la lágrima de tu barbilla
y me hidrato los labios con ella.
La sequía tras haber hablado de más.
Olvida enero y febrero.
Te he dicho que los olvides.
La primavera me ha regalado un pañuelo
que convierte egoísmo en generosidad.

Tú.
Me quieres más allá que yo.
Yo quise más allá de ti.
No me había fijado que en vez de pan
rebanas lecciones a aprender.
Hoy toca plantar los pies en la tierra.
Mañana destronarme del país donde todo es posible.
Y ayer testigo de la masiva tala de fantasías.

Tú.
Ordenando la vida de principio a fin.
Y en medio que me tenías.
Te he dicho que me tenías.
Y me podías haber retenido
si en tu afán por recolocar hubiera sido esa pieza que buscabas.
Que buscas y hallarás pero no de mi color, ni tamaño.
Y acabado el puzzle
seguiré inmersa en el autoblanco
que abandoné cuando te conocí.
Quizá el azar nos amarre a la orilla intranquila donde antes hacíamos pie.

Y tú.
Escriba inconformista con las leyes ególatras.
Gracias por guiarme en paralelo a mi ombligo
y adentrarme en una perpendicular donde los demás
son enormes puntos de partida para grandes historias.
Te he dicho y repetido, muchas gracias.

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