martes, 20 de marzo de 2007

En la luna

¿Recordáis haber soñado alguna vez con ser astronautas? Yo sí, para poder pisar la luna, o Marte o cualquier otro planeta lejano a éste, siempre lejano a éste. A mi madre le pareció fascinante la idea, sobre todo lo del sueldo que aunque sea secreto de estado, cuenta la leyenda que son cifras astronómicas. Todo lo que tenga que ver con el cielo sale caro, hasta la muerte. Así que vengo a prevenir a aquellos padres cuyos hijos hayan tenido esta clase de sueños. Sí porque tal y como está la vida hasta en el firmamento suceden cosas terrenales. Una señora de la NASA, a saber, con exquisita educación, dinero para exportar a Venus, un marido, tres hijos y Dios sabe qué más, ha sido víctima de algo tan primitivo como los celos. Y me he preguntado mordiendo una manzana (sólo para reírme del pecado original): ¿de quién puede tener celos esta señora? Pues de quién iba a ser: de otra fémina sideral. Y es que al parecer la avaricia no sólo rompe el saco sino también escafandras. ¡En qué mundo vivimos! Una carrera espacial a sus espaldas y a la susodicha sólo se le ocurre plantarse peluca e impermeable y sorprender a su víctima en el aparcamiento. ¡Ni que Almodóvar estuviera detrás de todo esto! Total que le roció un gas por los ojos y se fue de allí. Esto, más propio de Santiago Segura. Y lo peor llegó cuando dejó pruebas en un contenedor de basura, vamos, poniéndoselo difícil a los del CSI. En definitiva, se ha jugado su puesto de trabajo por el animal que tropieza dos veces en la misma piedra, eso sí, del espacio exterior pues se trata de piloto marino soltero y con dos hijos. ¡Qué queréis que os diga! Tanto estudiar para llegar a ser acusada de intento de secuestro, agresión física, intento de robo y destrucción de pruebas. Ahí es nada. Si sale culpable, cadena perpetua ¡Ni Stephen King la salva!Aún no tengo hijos pero cuando los tenga si me vienen con el cuento de ser astronauta no me haré muchas ilusiones pues todos, hasta los más inteligentes, estamos hechos de la misma pasta, una cuyo ingrediente básico es la idiotez. Y si tengo una hija y se hace navegante espacial la prevendré de los homos erectus marinus.

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