martes, 20 de marzo de 2007

Cosas caídas del cielo

De pequeña miraba al cielo y le pedía al ángel de la guarda que no me desamparara ni de noche ni de día. Y lo hizo y aquí estoy. Ya en la pubertad, absorta en mis granos, mis kilos, mis horarios nocturnos y mis clandestinos cigarrillos pedí, como no podía ser de otra forma, un buen muchacho. Ignoro si es que el correo celestial estaba desorganizado o simplemente pasaron divinamente de mí pues me enviaron cada macarroni que para qué. Tardaron, oye, pero las plegarias de mi desesperada madre van a misa.
También pregunté por un buen trabajo pero supongo que era pedir demasiado o demasiados pidiendo lo mismo. La verdad es que no me puedo quejar. De lo que sí me quejo es del hecho de que un asteroide haga carambola con el planeta en el año 2029. Se llama Apophis y le has de temer, va a dejar en el paro al hombre del saco y a Freddy Krueger, y si no al tiempo. Para mí que el cielo se quiere vengar de gente tan pedigüeña como somos, y ha recopilado, como si de viejos éxitos se tratasen, todos nuestros los deseos, buenos y malos, y los ha convertido en bola. Una bola que jamás olvidaremos. No como la de que Zapatero va acabar con ETA, no, una bola maciza, con consistencia, como un gigantesco trozo de turrón de Alicante. Y ¡ZACA! Todos al cielo porque de esto nadie tiene la culpa sólo la diosa Naturaleza que nos dice que para calentamientos globales ya está ella. Pues requetebién. A Apophis le da igual que seamos altos directivos o simples currantes, o reyes, o princesas, o presidentes de gobierno. Oye, al final va a ser que algo nos considera a todos como iguales, ¡ya era hora!
Ahora les pido a las alturas que quien lo vea venir lo diga con tiempo que me quiero despedir de los míos y hacer un corte de manga a algunos.
Aunque quizá no tengamos que esperar tanto pues ya caen chuzos de hielo sin explicación. Y nos dirán que son los desechos de algún avión y nos lo creeremos porque nos creemos todo. Que llueve caca helada pues que llueva que llueva la virgen de la cueva. Puede que sea el primer efecto del calentamiento global, ¡qué se nos cae el cielo a trozos! Y eso ni con muros de carga. Para mí que los extraterrestes, de todos los planetas, están de macrobotellón y claro, se les ha ido de las manos. Para concluir, el otro día caminaba tan contenta cuando algo me dio en la cabeza, me iba a cagar en la madre de alguien cuando descubrí que se trataba un trozo de pan. Tranquilos, no era un mensaje divino sino un gorrioncillo que quiso abarcar demasiado. Y es que hasta los animales tienen algo humano o ¿es al revés?

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