jueves, 4 de diciembre de 2008

RUEDA EXISTENCIAL

Algo falla en la rueda existencial.
Algo se nos muestra como puro
y al rascar nos sopla un gusano.

Tras una caricia, un castigo
y tras el castigo, algo peor, soledad.
La soledad nos macera en el océano del silencio
y este callar es el que reina en camposantos
esos que coloreamos, al menos, una vez al año
para llevar algo de vida a los muertos.

Por eso insisto en que hay que sonar.

El sonido de un abrazo
ahuyenta la más brava de las tormentas de nubes incomprendidas.
Y si entonas un perdón
cuelgas lunas con sol en los rincones más inhóspitos.
No digo besos, cuando los besos suenan arrasan puentes.

Y por ello no desisto en gritar que hay que soñar.

Un sueño donde coronas los pesares con deslumbrantes bromas.
El sueño de un niño que recorta penurias
y las pega en el collage de lo que debería ser,
crisis de papel y corazones de caramelo.
El sueño de un anciano para quien el abandono
sea tan sólo un monstruo de ciencia-ficción.

Algo falla en la rueda existencial.
Por eso, a veces, está bien bajarse
y hacer un poco de ruido.

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