El remedio contra la pasión
es gobernarla desde abajo si está arriba.
Y que no padezca su calor,
su efusividad concentrada en vapor.
De cerca,
donde no se atreve a arrimarse
por si se guarece para siempre,
duele.
De lejos,
donde queda desprotegido
de su olor, de su áurea
duele más.
Remediar un darse la mano
reconocer sus líneas y seguirlas
hasta donde muere la vida y nace su jersey,
hace tiritar.
Por dentro,
donde no se aventura a explorar
por si se pierde,
lastima.
Por fuera,
donde el adiós agrieta la voz y
encara deseos,
lastima más.
Enmendar lo que sale de dentro y se aleja,
lo que sale de fuera y se acerca,
por mucho que queramos,
no tiene remedio.
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